lunes, 25 de julio de 2011

Yo creo en pocas cosas.



Oscar Gabriel Campos.

Yo creo en pocas cosas. Quiero creer en pocas cosas.

Creo, por ejemplo, en la reencarnación. La única prueba de ello que poseo es haber nacido en 1971 y sentir una nostalgia brutal por los años sesentas: fotos, grabaciones, textos, bailes, canciones que me generan la sensación de pertenencia como pocas cosas. A lo mejor (y también creo en eso) mi horóscopo me determina: acuario en la Era de Acuario, libre y suave en una era dolorosamente breve, en una libertad exigua, fugaz, exacerbada por el deseo (Steve Winwood es más claro: "sólo añoran los años sesentas quienes no lo vivieron", creo que dijo).

La consciencia expandida. El verano del amor. I am he and you are he and we are ALL TOGETHER (now). Flores en el pelo de enormes concentraciones humanas, apiñadas en el éxtasis de droga y alcohol, volando como conejos blancos en el jardín del edén (o en su bizarra alteración de 17 minutos), música que se estrella contra los cartílagos y los ligamentos y obliga a la quietud, muerte precisa, anhelo de ser y flotar sin pausa. Ser los sesentas, ser un caleidoscopio, un gitano oceánico y llevar la guitarra al ristre, metralleta musical, ausencia presente porque sí: los tiempos están cambiando, madres y padres.

Parte Conejo y parte Utopía, Radio Alicia nos dejó un culto interno, una contraseña de acceso a un paraíso nada artificial: el de nosotros mismos. Por eso cuando la vida me apartó de los viajes de solitaria adolescencia (en que un cuarto y una grabadora plateada bastaban para ser yo mismo) y caí en la chain-gang de la supervivencia diaria, me encontré al gurú. Y siempre le agradecí con la mirada que me hubiera abierto esos caminos precisos hacia la libertad de ninguna parte cuyo destino es todo y todos simultáneos (si lees esto Jaime, gracias -otra vez-).

A mi, Radio Alicia me dejó eso: precisión y libertad. Ser otro, leer de otra manera y escuchar sintiendo. Ser uno y otro, del derecho y del revés, de colores y sombras, de cóleras y asombros. Un refugio en el tiempo, la puerta verde del camino amarillo en el que siempre puedes volver cuando el mundo te demuestra porque traicionó el sueño de los sesentas, ese sueño al que nunca pertenecí pero en el que radico permanentemente.

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