I fought with my twin, that enemy
within…
Bob Dylan
Amén
Cuando
era pequeño, mi padre me llevaba a la iglesia. Entonces la misa era en latín.
Para mí, por supuesto, era incomprensible, todo parecía confuso (pero en este
momento sólo me refiero al lenguaje). Entre todos esos sonidos melódicos, dos
palabras me llamaban la atención: aleluya y amén.
En una
ocasión que fuimos a Tepozotlán a escuchar un concierto la orquesta interpretó
el Mesías de Haendel. No entendía qué
significaba “aleluya”, pero por la sonoridad de las voces del coro imaginaba
que era algo grandioso, el gran momento. En cambio, entendía que “amén” era
algo así como el punto final, el cierre, la conclusión de algo.
Alguna
vez escuché a Leonard Cohen cantar la palabra aleluya; hoy lo escucho una y
otra vez decir amén, en su último –amén– trabajo, Old Ideas (Viejas ideas).
En
diciembre de 1984, Cohen tiene 50 años. Está en un momento muy productivo.
Entre el alcohol y el humo del tabaco, el gran seductor está vivo. Ha concluido
un par de proyectos cinematográficos, publicó un libro de poesía, The Book of Mercy (El libro de la misericordia), se prepara para una extensa gira
europea y lanza un nuevo disco, Various
Positions (Posiciones varias).
Ahí canta una canción de una potencia inaudita, una canción inmortal: Aleluya. Cohen vive: ¡aleluya!
Tu fe era grande pero necesitabas
pruebas/ La viste bañándose en la azotea
Su belleza a la luz de la luna te
sobrecogió
Te ató a una silla de la cocina/ Rompió
tu trono y te cortó el pelo
Y de tus labios sacó el aleluya/
Aleluya, aleluya. Aleluya, aleluya.
No importa cuál aleluya hayas escuchado,
el sagrado o el roto.
El
sacerdote en la misa dice cosas en una lengua incomprensible, pero alcanzo a
entender las palabras sonoras: aleluya, aleluya.
Hice lo más que pude/ no fue mucho
No sentía, por lo que traté de tocar
He dicho la verdad/ No vengo a engañarte
Y aún cuando todo salió mal/
Quedaré frente al Señor de la Canción
Sin otra cosa en la lengua que aleluya.
Amén
Han
pasado los años y los momentos. Los excesos, las drogas, el alcohol, el tabaco,
quedaron atrás en la vida. Cohen no es más el gran seductor que en 1988 ofrecía
desesperado en I’m your man (Soy tu hombre):
Si quieres un amante/ Haré cualquier
cosa que me pidas
Y si quieres otra clase de amor/ Me
pondré una máscara
Si quieres una pareja/ Toma mi mano
Y si airada quieres acabar conmigo/ Aquí
estoy
La bestia no duerme/ Repaso las promesas
que no te cumplí
Ahora
Leonard Cohen tiene 78 años y parece que por fin la bestia se ha dormido, es
necesario enfrentar la incertidumbre del final del ciclo. ¿Qué sigue? Viejas
ideas.
Old Ideas es profundamente melancólico, una intensa reflexión
sobre su vida. Una canción, Amén,
marca el tono de todo el disco. Los tiempos del aleluya han concluido, ahora es
el momento del amén, de las conclusiones, del repaso de lo vivido. Es la hora
del balance, así sea…amén.
Vuelve a decir que sabes lo que estoy
pensando/ Pero la venganza pertenece al Señor
Vuelve a decir que estoy limpio y sobrio/ Vuelve a decir que he mirado a través del horror
Dime una vez, dime una y otra vez/ Dime
que entonces me amarás
La
música es pausada, como alargando el tiempo. El violín cubre la canción con un
aire de melancolía y el solo de trompeta aporta un toque fúnebre. No hay
tristeza por los tiempos pasados, no hay temor por los tiempos que vienen.
Cohen canta hacia adentro, en paz con sus historias, finalmente sabe que “la
venganza pertenece al señor”. Amén: así sea.
Old Ideas parece un ejercicio expiatorio, un intento de
concluir los procesos, de cerrar círculos. Anyhow
(De todos modos) es un “talking blues”, un blues recitado con el que Cohen busca la absolución. Su voz es un
suspiro, cual si no quisiera ser escuchado, parece convencido de que no habrá
perdón porque, porque después de todo, no está arrepentido:
De todos modos ambos somos culpables/
Ten piedad de mi, finalmente sí confesé.
Aún cuando debes odiarme, ¿podrías
odiarme menos?
¿A
quién se dirige? Posiblemente a nadie en particular, tal vez a todas aquellas
amantes que terminaron sufriendo a causa del seductor:
Sé que no me puedes perdonar/ pero
perdóname de todos modos.
El final se puso feo, aún te escuché
decir:
“Nunca me amaste, pero podrías amarme de
todas maneras”.
Old Ideas continúa con una canción sobre un banjo roto que se
mece en un mar oscuro e infestado. Cohen dice que la imagen tiene un gran
significado para él, que lo persigue insistentemente:
Viene por mi, querida/ No importa a
donde vaya
Su tarea es dañarme/ Mi deber es saber
¿Podríamos
interpretar que el banjo es una metáfora de la música? La música rota, que
flota amenazante a la deriva en un mar infestado de farsantes, que persigue a
Cohen con la intención de dañarlo, que lo obliga constantemente a componer, a
tocar. No hay respiro, no hay salida. La música, esa vieja amante que siempre
busca cobrarse las heridas.
Después
Cohen clama con Come Healing (Venga la curación) por la restauración
del cuerpo, del alma, del espíritu, de los miembros, de la razón, del corazón.
Un coro de mujeres celestiales canta:
Deja que los cielos escuchen/ El himno
de penitencia
Venga la curación del espíritu/ Venga la
curación de los miembros
Cohen
responde:
Contempla la puerta de la misericordia/
En el arbitrario espacio
Y ninguno de nosotros merece/ La
crueldad o de la gracia.
He
pasado innumerables horas escuchando Old
Ideas, y veo a Leonard Cohen frente al espejo, hablando con él mismo. Creo
escuchar, en un susurrro, palabras como música, mesura, culpa, rebeldía, confesión, expiación, melancolía, vida,
el blues y la oscuridad, réquiem de Mozart.
¿De
quién se despide?