Con 78 años a cuestas, pero con
la energía y claridad de un chico de veinte, así se presentó hace algunos días Leonard
Cohen en Hamilton, Ontario.
Un par de meses de espera,
valieron toda la pena para presenciar un concierto de casi 4 horas, contando un
intermedio de 20 minutos, al estilo de las proyecciones de cine de los 70s.
Y el golpeteo a la memoria
arranco con la voz profunda de Cohen cantando Dance me to the end of love,
pasando por The Future, Everybody Knows (Recordando una tarde en la Cineteca
Nacional con la película Exótica de Michael Dana - 1994), Ain´t Not Cure for
Love, Sisters of Mercy, Suzanne, y así después de 27 canciones, se despidió en
un momento muy emotivo, presentando a todo su equipo con un respeto que pocas
veces se percibe.
Sin duda ha sido uno de los
mejores conciertos que he presenciado, lleno de poesía, excelentes músicos y el
humor negro del monje budista zen, seguidor de Garcia Lorca y ganador del
príncipe de Asturias.
Una grata sorpresa saber que el
baterista de su banda, Rafael Bernardo Gayol, es mexicano.
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