Por Mario Avándaro
Hace 22 años apagué mi radio walkman. Por última vez un radio, compañero de viaje y de sueños posibles donde la utopía de mi vida era posible, desde la marginación del objeto codiciado el disco imposible, un programa Utopía materializaba las ondas sonoras de su frecuencia en sueños casi fácticos, mis primeros recuerdos de niño son yo acostado en cama de papá, mamá entró y dijo: “Han matado a John Lennon”, no dejaban de poner sus rolas todo el día.
Quince años después comprendí que mi mamá era hippie. Escuchando Radio Alicia, escuchaba con gran entusiasmo los programas de Jaime Pontones me escondía con mis audífonos para no ser regañado en mi cuarto, un niño de 17 años escuchando Velvet Underground no es cosa tan común. En esa época no había a donde ir, solo el radio abría una puerta hacia la deriva existencial de mi vida. Radio Alicia inventó en mi la fascinación de Walter Benjamin por la abstracción del coleccionismo, el desprenderme de Radio Alicia fué y es estar en falta. A veinte años escuché nuevamente esa voz magnética, poética evocando a Donovan, the Doors, el festival de Woodstock como la generación que se ve en el espejo y es dueña de la razón narcisista como la novela de Lewis Carrol, un mundo conmocionado por el verano del amor de 1967.
Happy Together siempre juntos y felices es la promesa del verano del amor, en el está mi mamá, Alicia y está Jaime, me veo al espejo y sé que detrás del espejo se esconden Utopías posibles.
Veintidos años después buscaré mis sueños no en el facebook, no en gmail. Sino en el cajón, allí en el espacio imposible donde todos estamos juntos reunidos la banda utópica….
Sin más, un utópico de la psicodelia.
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