domingo, 19 de julio de 2015

No lo recuerdo bien

Por Salvador Patiño


Fue hace poco más de veinte años... ¿o quizás treinta? No lo recuerdo bien, lo que si recuerdo bien es mi reflejo en el espejo, bebiendo café y escuchando el radio; un sillón en la parte baja del clóset era mi refugio mientras escuchaba a un hippie lunático, en sus palabras encontraba poesía escondida, recuerdo la pregunta: ¿para qué me despiertas?, siendo esa una pregunta que, en mi adolescencia, yo me hacía todas las mañanas, todas las noches, todos los días y en todo momento, como buen adolescente. Perseguir al conejo blanco era mi principal preocupación, patear latas de coca cola buscando que saliera el genio que concediera mis deseos, encontrar la pluma dorada para nunca perder el camino a casa.

Escuchaba a este peculiar personaje los miércoles por la noche...¿o era los jueves? No lo recuerdo bien, lo que si recuerdo es la infinidad de preguntas, el tren del pensamiento descarrilado, derivativo, en ese momento supe que toda pregunta tiene su respuesta, el caso es aprender a plantearla adecuadamente y la respuesta siempre estará escondida en una taza de té, quizás de café o en una lata de coca cola, da igual; en ese momento le dije a mi "yo" del futuro que nunca deje de buscar esos elementos, pero quizás el mensaje llegó tarde, quizás lo vi y lo ignoré, por iluso, por soñador, por utópico.

En fin, no recuerdo muchas historias al pié de la letra ¿o sí? De lo que estoy seguro es que en algún momento perdí la pluma dorada, dejé de patear las latas de coca cola, dejé de seguir al conejo blanco, por iluso, por soñador, por utópico, por estar ahogado en mis propias contradicciones... Unos lentes sobre hojas en blanco con lápices afilados, una guitarra arrumbada en la esquina de una habitación alumbrada por una vela y con un par de comics a su lado, onironautas despiertos, palabras en un cuaderno, todo esto me recuerda...

Quiero de vuelta mi pluma dorada,
quiero volver a patear latas de coca cola mientras busco al conejo blanco,
quiero refugiarme bajo un clóset mientras escucho a un hippie lunático.

Entrar al espejo.

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