lunes, 18 de julio de 2011

El Conejo Blanco siempre estuvo ahí.



Por Xuravet

Me di cuenta de su presencia desde muy pequeño, escuchaba el rastro musical que dejaba en las ondas radiales aunque no lo entendía debido a mi tierna edad. No, no era una reminiscencia de su paso que retornaba nuevamente después de mucho tiempo, no.; era el sonido de los sucesos que estaban ocurriendo en ese preciso momento, el conejo estaba ahí, esquivo, incorpóreo, corriendo con prisas mirando el reloj. Alicia no estaba aún ahí, todavía no existía pero los sonidos sí, el conejo corriendo constante y esquivo, pero no necesitaba perseguirlo, no. Yo vivía esos momentos con la inocencia acuestas y el desconocimiento de las cosas del mundo, pues a esa edad mi mundo era enorme aún cuando este sea un espacio pequeño delimitado por el vivir cotidiano de un niño de pocos años, pues aún no sabía que el mundo detrás de esas puertas y de esas calles cercanas se extendía por miles de kilómetros y miles de experiencias no vividas, por miles de vidas paralelas a la mía.

Las pistas estaban ahí, estaban en los sonidos que salían de esa vieja consola Strombercarson que teníamos en casa y que para mí era una maravilla pues podías escuchar esa música que salía al poner un pequeño plato negro a girar con una aguja rasgando la superficie. Esos platos negros con fundas de cartón llenas de imágenes y símbolos extraños, con personas que miraban hacia ti o hacia muchos lados, con dibujos incomprensibles que con el tiempo asociaba a los sonidos.

Los sonidos fueron cambiando y la intuición que tenia del conejo blanco, al igual que él, se fue escondiendo en lo más profundo de la memoria, la consola cambió y los platos negros, que para ese entonces ya sabía que eran discos Ep de 45 rpm, pasaron a formar parte de la infinidad de discos que se guardaban detrás de alguna puerta del librero familiar, ahora el nuevo equipo de sonido ya traía grabadora de cassette, y ahora tocaba los LP de 33 1/3 rpm, los sonidos del conejo blanco pasaron a descansar en el olvido de ese librero, dejaron de estar en el espacio radial cotidiano. Deje la infancia y la adolescencia no me dio pauta a recordar al conejo, solo hubo destellos de su presencia en contadas ocasiones.

Un buen día llegó Alicia y su frenética persecución del conejo blanco y la esencia de los sonidos de ese tiempo, su aparición hizo que afloraran mis recuerdos y le dio sentido a todo aquello que escuché y una nueva perspectiva a esas vivencias auditivas. Aprendí muchísimo de ese tiempo, del porqué existieron esos sonidos, esa música y el porqué de todo aquello que sucedió a mi alrededor y de lo que no tuve conciencia plena de que existiera, al fin y al cabo mi mundo eran los juegos y todos los pequeños detalles que le preocupan a un niño pequeño.

Seguí a Alicia ávido de conocer más, de descubrir con su paso muchos otros sonidos, muchos sucesos e historias alrededor de esa increíble música conocida y que descubría en ese entonces. Pero finalmente Alicia desapareció tras el conejo blanco, pero los recuerdos ni los sonidos no, ahora si permanecieron presentes así como el gusto por la música que marco una pauta importante de mi vida. Ahora la música tiene un sentido especial y un disfrute enorme, aunque muchos digan que esa música es del sombrero y que no la entienden, que es vieja o de abuelitos pero que una y otra vez demuestra que son las raíces de mucha otra y que difícilmente se puede superar.

Alicia tiene mucho tiempo de no estar. Y hoy me la recuerdan y me doy cuenta que lo que representa para mí, el rescate de mis recuerdos, el saber disfrutar y conocer la música de una manera muy especial, el haber salvado esos platos negros que atesoro y disfruto cuando puedo escucharlos, a pesar de estar arañados por los años.
Alicia ya no está al aire, pero está en el inconsciente colectivo de los que la escuchamos y sabemos todo lo que le debemos a ella, y si, sigue tras el conejo blanco en algún lugar del universo.

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